![Mujeres emprendedoras](https://www.economianews.es/wp-content/uploads/2021/03/Mujeres-emprendedoras.png)
En América Latina, en pleno 2020 y de acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), 12 de cada 100 mujeres que querían trabajar no estuvieron ocupadas. Es una cifra que alarma si se contrasta contra la de los hombres en la misma situación, que alcanzó apenas el 7,4 por cada 100.
La enorme brecha de desigualdad que existe entre hombres y mujeres, no sólo se refleja en la violencia física que experimentamos, sino en las grandes diferencias que enfrentamos a la hora de buscar una oportunidad laboral.
Pero eso no es todo, el reporte “La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad” que publica este organismo, nos revela que la pandemia por COVID-19 tiró por la borda más de una década de avances, al reducir 6 por ciento la tasa de participación laboral de las mujeres en América Latina. 118 millones de mujeres latinoamericanas viven hoy en condiciones de pobreza, 23 millones más de las que vivían con carencias en 2019.
Y todo esto a pesar de que la pandemia y la sociedad nos ha exigido más que nunca: aumentó la demanda de cuidados en los hogares, que es un trabajo no remunerado; nos encontramos concentradas en el frente de batalla y en primera línea contra la enfermedad, 7 de cada 10 trabajadores de la salud somos mujeres; y ese mismo porcentaje se replica en el sector educativo. Ahí estamos como enfermeras, como científicas, como médicas, como profesoras, como educadoras: sobrerrepresentadas y subvaloradas, ganando hasta 23 por ciento menos que los hombres.
Por todo esto, el 8M se ha transformado en algo mucho más grande que una protesta: somos las mujeres quienes estamos proponiendo y encabezando la revolución social del nuevo milenio: la injusticia y la desigualdad que vivimos son el motor que nos impulsa para exigir un cambio cultural, social, político y económico ante un sistema que nos utiliza, pero también nos invisibiliza.
En este contexto, me parece muy importante analizar el papel que tenemos las mujeres en la economía de Latinoamérica, no solo desde el plano laboral, sino también empresarial, pero sobre todo de desarrollo: somos la fuerza que mueve al mundo, particularmente a América Latina.
Desde 2015, la Organización Mundial del Trabajo (OIT) documentó que la que hasta entonces era una creciente tasa de participación de las mujeres en la economía, había contribuido de manera muy importante en el desarrollo, el crecimiento y la competitividad de las empresas; y por tanto, de la economía global. El Banco Mundial señaló, apenas el año pasado, que el empoderamiento económico de las mujeres latinoamericanas contribuye un 30% a la reducción de la pobreza extrema en toda la región.
Y esto está estrechamente ligado con que ésta es la región del mundo en que hay un mayor porcentaje de emprendimiento femenino. Sí, así como se escucha, Global Entrepreneurship Monitor (GEM) asegura que de entre todas las regiones del planeta, América Latina tiene el mayor porcentaje de mujeres emprendedoras. En la lista, por países, destacan Chile (con 21,2%) y Colombia (con 17,8%), en segundo y tercer lugar respectivamente; pero en la lista de los 10 países más avanzados en este índice, aparecen también Brasil y Argentina.
La cifra mundial de compañías unicornio lideradas por mujeres -es decir, en las empresas que se valúan por encima de los mil millones de dólares- ha crecido sustancialmente: pasaron de ser el 9 por ciento en 2015, a el 21 por ciento en 2020.
Pero, ¿por qué relacionamos este crecimiento del emprendurismo femenino con la reducción de la pobreza en América Latina? Es sencillo: en esta región solo existen oportunidades laborales para poco más de 3 de cada 10 mujeres en situación de pobreza, en su mayoría jefas de familia que cumplen la doble función de proveedoras y madres. Por eso, y como bien lo ha documentado la Fundación de Microfinanzas BBVA, una de cada cuatro mujeres busca montar su propio negocio.
Ese emprendimiento femenino suele ser muy exitoso. Los ingresos de las mujeres que comienzan un negocio propio, se incrementan en promedio 19,9 por ciento y sus activos crecen 31,8% a la vuelta de un año; la media en los emprendimientos de los hombres es de 11,4 por ciento en el crecimiento de sus ingresos, y de 27,4 por ciento en el de sus activos.
Más mujeres emprendedoras, significan también más mujeres participando en el mercado laboral activamente. Porque las mujeres sí confiamos en la fuerza femenina, en el talento y la capacidad que tenemos para salir adelante sin importar los obstáculos que enfrentamos
Y esto tiene, sin lugar a dudas, un efecto positivo en la economía mundial.
Cuando las mujeres somos empoderadas, todos crecemos; ese es el efecto de la igualdad. No lo decimos nosotras, no es sólo un grito de guerra de nuestra revolución: de acuerdo con McKinsey Global Intitute, si las mujeres tuvieran la misma participación que los hombres en la economía, el impulso potencial para la economía mundial podría ser de 28 trillones de dólares, o un 26 por ciento del PIB mundial anual. En el caso de América Latina, el impulso potencial para el PIB podría ser de 2,6 trillones de dólares, o un aumento del 34 por ciento del PIB regional anual.
Por eso, la próxima vez que nos veas gritando en las calles, exigiendo que se termine la violencia que se ejerce en contra de nosotras, rompiendo el mundo con rabia por las miles y miles de mujeres que mueren todos los días, que son agredidas, que son abusadas, que son discriminadas, piensa que también estamos rompiendo un sistema en el cual la desigualdad que prevalece nos detiene a todos.
La revolución de las mujeres, es una revolución por y para la humanidad, es una lucha por la igualdad y el reconocimiento de nuestros derechos; pero también a favor de una prosperidad compartida.
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