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El hábito de la excelencia

Congreso de los Diputados
Es imprescindible entender y empatizar con la gente y, para ello, existe una vía tan sencilla como eficaz: conocer de primera mano lo que sienten, lo que piensan, lo que demandan…porque solo conociendo de una forma certera sus percepciones de la realidad, podremos proporcionarles soluciones integrales y eficaces a sus necesidades e incertidumbres.

Decía Aristóteles que la única verdad es la realidad. Pero también es cierto que aunque la realidad es objetivamente, en su esencia, única, existen tantas percepciones distintas de la misma como seres humanos hay, ya que cada cual percibe la realidad de una forma íntima y  particular. Por ello, y ahora más que nunca, quienes se dedican a la gestión por el bien común de los ciudadanos, a cualquier nivel de competencia, además de poseer una verdadera vocación de servicio público, deben tener siempre en consideración la existencia de tantas diferentes percepciones de la realidad. 

Pero la percepción de la realidad no es algo estanco e inamovible, debemos ser conscientes de que políticos y gestores, deben tener la capacidad de modificar esa percepción, mediante el establecimiento de una comunicación directa y fluida con los ciudadanos, de modo que ellos mismos comprendan que forman parte de esa realidad y como tales, se sientan como agentes con plena capacidad de involucración y participación en la sociedad a través de las instituciones.

Porque sí, se puede crear realmente un modelo de democracia participativa y no la falacia que proyectan aquellos que dicen defender los postulados social-comunistas, de tal forma que en el momento en el que alcanzan el poder, comienzan a conculcar todos y cada uno de los derechos fundamentales que construyen la libertad individual de cada uno. 

Lo estamos comprobando desgraciadamente en estos momentos, en los que la implantación del estado de alarma está sirviendo de justificación para la erosión de las libertades, perpetradas por el Gobierno, bien sea a través de una geolocalización que deriva en censura, bien por la clausura del parlamento y eliminación del foro público o por la fagocitación de las cortapisas que contemporizan la línea del respeto a las instituciones, en este caso a la máxima de la nación, la monarquía.

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Yo defiendo la democracia real, no la de las quimeras de Marx.

Creo en un modelo de democracia participativa que estimule la incorporación de los ciudadanos a los procesos de gestión, cuya fase de evolución natural se podría estructurar en motivación, información y acción, ya que si queremos recuperar la confianza de los ciudadanos hay que ofrecerles estas herramientas. Los ciudadanos deben sentirse agentes claves en el cambio y transformación de las instituciones y de las sociedades.

Hacer comprender a la gente que las instituciones son la prolongación de su acción diaria, exige compartir responsabilidades, diferenciadas pero tangenciales. Resulta imprescindible potenciar el estímulo en la sociedad civil.

Esa labor de contacto fluido y directo con los ciudadanos tiene un objetivo claro: acercar las propuestas  desde todos los sectores implicados de una manera directa y eficaz. Solo conociendo tales propuestas, podrán consensuarse e implementarse. De este modo, se culmina el proceso…se ha producido esa comunicación directa y natural entre ciudadanos e instituciones. Desde la Administración se ha generado confianza, transparencia y diálogo, y ello ha estimulado la participación de la sociedad, generándose los cambios demandados que no sólo incidirán en la percepción de cada uno, sino en la realidad objetiva y única que nos envuelve al conjunto de la sociedad.

En definitiva, una apuesta por el impulso del individuo de manera real sin estafas ideológicas, porque, y esto también nos lo enseñó el genio griego, somos lo que hacemos día tras día. 

La excelencia no es un acto, es un hábito.

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