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“Muchas organizaciones creen que la gente es intercambiable. La gente talentosa nunca lo es. Ellos tienen cualidades únicas. Ese tipo de personas no deben ser forzadas a desempeñar roles para los que no están preparados. Los líderes efectivos permiten a la gente extraordinaria dedicarse a aquello para lo que nacieron.”
Warren G. Bennis
Según las leyes físicas, cuánticas y humanas (lamentablemente), resulta mucho más fácil destruir que construir. Observad, por ejemplo, el trabajo meticuloso, concienzudo y paciente de una persona mientras levanta un castillo de arena junto a la orilla del mar, en un ejercicio que puede llevarle horas de esfuerzo y cómo, sin embargo, el simple azote de una ola puede derribar su labor en tan sólo unos segundos.
En política, como en tantos otros ámbitos de la vida, por desgracia sucede lo mismo con excesiva frecuencia. Y aquello que unos tratan de construir por el bien común, otros se empeñan en destrozarlo de manera compulsiva y, lo que es peor, con odio y con el empleo de todo tipo de artimañas que les permitan diluir el aspecto positivo de la buena gestión que para ellos, tristemente, les es adversa.
La gestión política debe estar vinculada por tanto a la construcción, al diálogo, y no a la confrontación.
Eso no significa, ni mucho menos, que seamos laxos en nuestros valores y principios, que debemos defender con absoluta pasión y convencimiento, pero es cierto que siempre tenemos que tratar de buscar más lo que nos une con otros grupos y opciones, que aquello que nos diferencia, siempre en beneficio del entendimiento común y de una construcción participativa. Eso si, sin falsas quimeras de pretensiones de falso buenismo que esconda rencor a las ideas que representas. Por ello mismo, los portazos dialécticos, los insultos y las trampas…tampoco deben achantar.
Entre los principios que considero fundamentales; la libertad y el respeto que vertebran el resto de valores. Libertad del individuo como ser único e irrepetible, elemento enriquecedor de la sociedad; y libertad de elección y de participación en la misma.
Creo firmemente en el esfuerzo, el trabajo y la meritocracia como eje conductor del progreso; por ello es imprescindible proteger la seguridad jurídica que ampara la propiedad, contra el intervencionismo, la ocupación y la incautación. Se debe apostar por las políticas económicas liberales, garantes de la mayor flexibilidad, crecimiento y desarrollo y, naturalmente, por la bajada de impuestos.
En mi estrecha habitación del pánico, lo importante son las personas englobadas dentro de una sociedad civil vertebrada, por ello, creo en el impulso todas aquellas iniciativas que redunden en darles protagonismo.
El mayor patrimonio que posee un país, son sus ciudadanos, y la mayor responsabilidad de un gestor es cuidar ese capital, cada día.
Se debe apostar siempre por una política seria, rigurosa y basada en el conocimiento profundo de las diferentes realidades, para alcanzar los mejores resultados de gestión.
Por mucho portazo dialéctico que aflijan aquellos que nadan felices en el fango de lo tóxico, por muchas artimañas que utilicen en contra, yo demando principios y valores que permanezcan sólidos y que no respondan al capricho o a la improvisación. La experiencia ha enseñado cómo abrigar el castillo frente al azote de las olas, como evitar la contra, aplicando el esfuerzo, como -en definitiva- seguir desmontando Terafines.
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